lunes, 5 de marzo de 2018

Uva

Pequeña.
Ella era simple, simplemente complicada. Lucía una mirada pura, muy intensa. Era bastante incómodo notar esas dos grandes esferas verdosas penetrar en ti, notabas como traspasaban tu carne y yacían dentro de ella.
Un psicoanalisis sin resultado, puesto que la inocencia impedia al germen de la maldad echar raíces en ese novicio cerebro.
Esto no excluía a la muchacha de desdichas, ya que la tristeza campaba a sus anchas por su mente. Podías verla asomar por sus espejos. Se sentía cisne en una bandada de patos. Fea. Ajena.
Ese no era su sitio.
Ella brotaba igual como un lindo viñedo por la frondosa vegetación, con sus uvas dulces, sus uvas amargas. Era alegre, cantarina, empatica, con una percepción zurda de la vida. Lo veía todo de colores, a veces tantos que olvidaba que la suma de todos hace negro.
Pensaba mucho y hablaba poco. ¿Qué podia rondar en el interior de esa uvita silenciosa? Me cuestionaba siempre que me traspasaban esos ojos tristes. Era todo un misterio.
Pocos conseguían acceder a ese baúl de pensamientos cromáticos.

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