Desvaneciendose

Aun recuerdo esas noches mirando las estrellas, las más atrevidas fugaces viajando a otro lugar, esos paseos a la orilla del mar.. el agua muy fría y el sol pegándonos en la espalda. Esas puestas de sol pintando el cielo de naranja con un toque a fresa y el suave canto de los pájaros. A lo lejos oigo el trote de los caballos, siento un escozor en la pierna y al fijarme observo un punto rojo brillante entre la maleza. Aun suena en mi mente el retumbar de las olas asalvajadas contra las piedras, y un sabor salado inunda mi boca. El tacto a terciopelo de mantas envolventes, seguido de mi prenda favorita, su piel. La sensación de calma, acompañada de pasión y un toque a furia, mi favorita. Sentir la velocidad en la cara agarrada a su espalda, a centímetros del suelo en cada curva. Pero ya me encargaba yo de no dejar centimetro entre nosotros por cada una de sus curvas... El sabor a nuez y el olor a especias acompañadas de mantas y pies frios escondiendose entre estas. A lo lejos un pájaro vuela alto sin poder sentir como nosotros el calor de las brasas y calderos de agua descendiendo por todo mi cuerpo.
Ahora puedo ver ligeramente las estrellas las pocas noches que salgo de casa, apenas se ven entre tanta nube naranja, y el ruido de los coches me desconcierta.
Paseo, sobre el frio y duro asfalto, huele a castañas asadas y los niños corren sin parar, tirito y abrazo mi bufanda pensando en llegar pronto a casa. Me miro al espejo, no con la sonrisa de antes, deslizo mis dedos sobre mi piel de gallina pensando en como pudiste fijarte solo lo malo, y las lágrimas caen deslizándose lentamente. Estoy yo entre mantas y nueces y al girarme ahi está, mi almohada fria y solitaria diciendome que nunca mas volverás.